¿Te suena el cuento de la liebre y la tortuga? Por si has vivido en una cueva, te lo resumo: una liebre y una tortuga echan una carrera. La liebre, que es la más rápida, se confía, se echa una siesta y la tortuga, paso a paso, sin parar, le gana.
¿La moraleja? La constancia gana la carrera. Y no solo en los cuentos.
Cuando se trata de estudiar y de opositar, la mayoría se equivoca al mismo punto: o se flipa o se hunde.
La liebre: cuando todo va bien, y te confías
Vas bien, te comes los temas, el cerebro te rinde, eres imparable. Y, como la liebre, te duermes en los laureles.
ERROR.
Después de una subida siempre viene una bajada. Tu rendimiento no va a ser siempre perfecto. Habrá días en los que te comas un temario entero y días en los que no seas capaz de leer tres líneas. Y si te echas la siesta, te quedas fuera.
Recuerda: la productividad no es una línea recta.
La tortuga: cuando la cosa se pone fea y aguantas
No todo va tan bien como te gustaría. Piensas que eres una cacota con gafas, que no vales para esto, que es imposible. Y, en lugar de dar un paso tras otro, bajas el ritmo o, peor, tiras la toalla.
La tortuga se la sudaba ir más lenta. Se la sudaba que el camino fuese una cuesta arriba o que la liebre le sacase kilómetros. Ella solo tenía un objetivo: seguir avanzando, un paso tras otro. Y por eso, y solo por eso, ganó.
Constancia para estudiantes y opositores: la mentalidad que necesitas
¿Cómo aplicar esto a tu estudio?
Olvídate de las rachas. No te creas el mejor cuando todo va bien y no te hundas cuando te topas con un bache. Los altibajos son parte del proceso.
Acepta los días malos. Esos días en los que no avanzas ni para atrás son normales. Lo importante no es la velocidad, es el ritmo.
Mueve el culo. Cuando la pereza te coma, recuerda a la tortuga. Simplemente da un paso. Un pequeño paso, por pequeño que sea, te acerca a la meta.
Si quieres reventar tus exámenes y tu oposición, no se trata de cuántas horas echas, sino de cómo las echas.
Conclusión: La carrera es tuya si eres constante
Ya lo ves, reventar tus exámenes y tu oposición no es cuestión de ser el más rápido o el más listo. Es cuestión de constancia. De la mentalidad de tortuga que, un paso tras otro, se come la meta.
Y ahora, la pregunta del millón: ¿eres liebre o tortuga?